A veces no basta con amarse. Te dicen que sí desde que eres pequeño, pero la realidad no es así. Tienen que quererse, pero también ser compatibles, mirar en la misma dirección, no porque haya que hacerlo (por deber, gratitud, etc.) sino porque ambos lo desean sin sentirse obligados. Vas a leer mil veces en los foros que hay que ceder, luchar solo algunas batallas selectas, pero lo que nadie te va a contar para que no desesperes y te rindas sin intentarlo, es que si cedes, si remas a favor de la corriente, te vas a sentir arrastrado a lugares donde quizás no querías ir. La inercia es muy traicionera. Dices "sí" una vez y continúas por coherencia, para no contradecirte e invalidar todo lo anterior, y cuando quieres decir "no" tienes todo un historial en contra y parece que lo haces por capricho.
Has querido elegir tanto y tan bien tus batallas que no has luchado realmente ninguna.
Hace años, una persona con la que salí brevemente me lo dijo: una pareja que funciona de verdad NO lo hace a base de esfuerzos continuos. No tienen que luchar por estar juntos, solo estar. En el momento en que tienes que escalar obstáculos internos, la relación está herida de muerte, porque tarde o temprano se te cansarán los brazos y caerás al vacío. En su momento me resultó de un egoísmo y una pereza enormes por su parte, eso de rendirse sin pelear, el no querer luchar siquiera un poco por mí, pero a medida que me hago mayor y van fracasando mis relaciones, lo veo más claro y me siento agradecido... por la lección y por haberse ido antes de hacerme perder más tiempo, claro.
Al final, lo que te mata no son las grandes equivocaciones destructivas (que también, y mucho más rápido), sino el hecho de intentar hacer siempre las cosas bien, ser justo y correcto. Primero, porque es un imposible, y segundo, porque te anulas tú, y si te anulas te vas a sentir resentido contra la causa por la que has renunciado a cosas, en este caso, la otra persona y la familia que hayáis formado.
Piensa que la clásica gota es parte de la tortura china, algo carente de importancia pero que se repite con frecuencia, cada vez más molesto, no porque sea más grave, sino porque va haciendo mella. Lo hablas, parece que se va a solucionar... pero al final, la gota vuelve a caer. Día tras día, o semana tras semana, porque la frecuencia da igual, mientras sea repetitiva, la gota desborda el vaso o quiebra la piedra. Una relación es un equilibrio mucho más frágil que todo eso, y menos flexible de lo que la gente piensa. De hecho, es más fácil dar un volantazo y proponer algo radical que virar el curso moderadamente.
El golpe de timón puede ayudar a reconducir durante un rato, pero la maquinaria interna se resiente, y la inercia del aparato es la que es. Todo el mundo está convencido de que ha hecho las cosas lo mejor que ha podido, pero el amor no es un regalo y no basta con la buena intención de quien te lo da.
Diría mucho más, pero ya sería parte de mi experiencia personal, y el rechazo hacia mi situación podría hacer que lo que expongo aquí arriba cayera en saco roto. Lo fundamental es esto: puedes hacer todas las cosas objetivamente bien, que nadie te pueda echar en cara el haber obrado mal, pero si te has forzado frecuentemente para hacerlas por el bien del otro y de la relación, y no han salido de verdad de ti, se va a romper. Las relaciones no se rompen normalmente por maldad, locura o engaños, que son las tres excusas a las que se agarra la mayoría para justificar su fracaso y culpar a su expareja. Se rompen porque están en cuidados paliativos desde casi su nacimiento y al final, la naturaleza sigue su curso.
RESUMEN: Por mucho que os queráis, si no sois compatibles, os vais a separar. Esforzarse es inútil y contraproducente.